Los partidos políticos ; son esenciales para garantizar la vida democrática. Sin embargo, en la actualidad, se encuentran en crisis. Los partidos de la región andina enfrentan serios problemas de fragmentación, heterogeneidad, volatilidad, desplazamiento, personalización, transfuguismo, mercantilización y vaciamiento de la política. Ahora bien, su problema fundamental reside en que han dejado de hacer política, y se han convertido en máquinas electorales, buenas para las confrontaciones de coyuntura, pero cada vez más ajenas a los temas sustantivos.
No hay democracia sin partidos políticos. Esta escueta afirmación es la otra cara de la moneda del descrédito de los partidos y de los políticos. Ella enuncia que es indispensable construir un sistema sólido de partidos para garantizar la vida democrática. Los movimientos de la sociedad civil, abonados con entusiasmo a la crítica de los partidos, no pueden sustituirlos en las tareas de la representación política y el gobierno. Los medios de comunicación, arquitectos principales de la misma crítica, tampoco. Menos aún el mundo académico, cuya función social consiste precisamente en el ejercicio de la crítica.
A menudo pensamos que la llamada crisis de los partidos es un problema nacional. La verdad es que resulta universal. Aunque es más grave, claro está, en esta parte del mundo. Para botón de muestra puede tomarse el caso de los países andinos, entre los cuales la situación de los partidos peruanos no es la más precaria.
Un diagnóstico breve y provisional de estos países permite afirmar que en todos ellos han aparecido similares problemas: fragmentación, heterogeneidad, volatilidad, desplazamiento, personalización, transfuguismo, mercantilización y vaciamiento de la política.
Fragmentación
Los partidos políticos de los países andinos constituyen un conglomerado demasiado numeroso y demasiado heterogéneo.
Perú se sitúa por debajo de la media, tanto en términos de sus 27 partidos inscritos (hasta , mayo de 2005) en el registro del Jurado Nacional de Elecciones, cuanto en términos de los diez partidos representados en el Congreso de la República. La fragmentación mayor se observa en Colombia, donde el proceso de abandono de su bipartidismo secular (Liberal-Conservador) y la existencia de un jugoso financiamiento público han llevado a la constitución de los “partidos garaje” que constituyen un lucrativo negocio y funcionan como meras franquicias para candidaturas individuales. Venezuela, a pesar de su polarización extrema entre chavismo y antichavismo, acusa similar fragmentación, lo que corresponde al fin de un bipartidismo (AD-Copei1) de cuatro décadas, aunque no en el caso del financiamiento público, ya que Venezuela ha pasado a ser el único país latinoamericano en el que no hay ningún tipo de financiamiento público, ni directo ni indirecto, de los partidos políticos. Bolivia tiene la menor fragmentación, pero también en este país vecino ha quedado cancelada la llamada “democracia pactada” tripartita (ADN-MNR-MIR2) y las últimas elecciones regionales ya entregan un paisaje mucho más disperso.
Heterogeneidad y volatilidad
Los 165 partidos andinos, por otro lado, constituyen un universo fuertemente heterogéneo. Tomemos como ilustración solamente sus edades partidarias: Fundados ambos en 1849, dos partidos (el Partido Liberal y el Partido Conservador) son hoy en día los partidos más antiguos de mundo. Luego hay ocho partidos andinos que tienen entre 80 y 30 años de vida, que son: en Bolivia, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (fundado en 1942) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (fundado en 1971); en el Ecuador, el Partido Social Cristiano (1951) e Izquierda Democrática (1970); en el Perú, el Partido Aprista Peruano (1931), Acción Popular (1956) y el Partido Popular Cristiano (1968); y en Venezuela, Acción Democrática (1941), el demócrata cristiano Copei (1946) y el Movimiento al Socialismo (1970). La edad promedio de los restantes 155 partidos es inferior a los 15 años de vida.
En Colombia, se ha contabilizado que de los 121 partidos representados en el Senado entre 1991 y 2002, 80 estuvieron sólo una vez. Y en la Cámara baja, 79 de 121 estuvieron también sólo una vez. La réplica de este ejercicio en los otros países probablemente ofrecerá resultados análogos. ¿Se puede llamar genuinamente partidos a estas microempresas políticas?
Desplazamiento, personalización y transfuguismo
Aunque tendemos a culpar a los partidos de la pobreza de nuestra vida política, la realidad es que dicha pobreza acompaña más bien al fenómeno de reemplazo de los partidos por las personalidades uni-inviduales (valga el neologismo), y, en particular, por los llamados outsiders . En todos los países andinos, los partidos han sido literalmente desplazados del monopolio de la representación política debido a los cambios mediáticos en la cultura política y a las reformas constitucionales y legales producidas en todos los países, a partir de la constitución colombiana de 1991.
En Perú, los partidos de los dos últimos presidentes (Alberto Fujimori y Alejandro Toledo) tenían menos de ocho años de vida cuando ganaron las elecciones, igual que Chávez en Venezuela. Para entender el cambio, conviene recordar que a inicios de esta tercera ola de democratización regional, hacia 1980, los cinco presidentes andinos representaban a partidos históricos. Lo que ha habido, por lo tanto, es una neta personalización de la vida política, producida conjuntamente con su mediatización y espectacularización, y favorecida por el hiperpresidencialismo que agobia, peculiar y secularmente, a toda América Latina.
En este panorama, los videos de los tránsfugas peruanos, o los casos recientemente denunciados y sancionados en el Ecuador, son, sin duda, situaciones extremas, pero el transfuguismo es un fenómeno común a toda la región, que sólo se entiende como la manifestación más escandalosa del deterioro de los partidos políticos.
Mercantilización
La política se vuelve cada día más costosa. Requiere inversiones cuantiosas, pues ya no descansa sobre las relaciones cara a cara de la célula, el local partidario o la plaza pública, sino sobre la televisión. Para hacer política se requiere mucho dinero. Hay que invertir y hay que recuperar. El resultado es que, en forma cada vez más frecuente, el lucro ha sustituido a la convicción como móvil de la acción política. “Si quieres hacer plata, ¿por qué no te metes en la política?”, le espetó hace poco a un periodista una congresista del Perú. Y hubo otro que, en un lapsus digno de la “Psicopatología de la vida cotidiana” de Sigmund Freud, juró su cargo “por Dios y por la plata”.
Vaciamiento de la política
En mi modesta opinión, el problema fundamental de los partidos políticos no es, sin embargo, ninguno de los elementos anteriores, sino el hecho de que, en variación concomitante con dichos elementos, los partidos políticos han dejado de hacer política. Se han convertido en máquinas electorales, buenas para las confrontaciones de coyuntura sobre temas de interés periodístico, pero cada día más ajenas a los temas sustantivos de la política, particularmente los temas del desarrollo, la pobreza, el empleo y la desigualdad.
Este problema de fondo ha sido señalado por el PNUD, en su Informe sobre la Democracia en América Latina: Durante los últimos veinte y cinco años hemos conquistado democracias electorales que funcionan a través de elecciones básicamente libres y limpias y hemos, además, empezado a aplicar todas las reformas económicas que componían el llamado Consenso de Washington. Sin embargo, no tenemos ningún resultado notable en materia de reducción de la pobreza y seguimos siendo la región más desigual del planeta. Cada día más desigual. Es ahí donde hay que buscar las causas más profundas de la desafección con los partidos y con la democracia, que las encuestas nos muestran todos los días. El desafío consiste en transitar de nuestras actuales democracias electorales a democracias de ciudadanos y ciudadanas. Los sistemas de partidos son un vehículo necesario para este tránsito.
FUNDACION PUERTO ETEN